Mbappé conquista el Bernabéu y lanza al Madrid a soñar en Europa

Un arranque de Champions al rojo vivo
El Real Madrid abrió su camino en la Champions con un triunfo agónico ante el Marsella (2-1) que dejó al Bernabéu sudando más por el sofocón arbitral que por el calor sofocante. El equipo de Xabi Alonso brilló en la primera parte, pero pagó la falta de frescura en la segunda y la autoexpulsión de Carvajal, que regaló media vida a los franceses. Fue Kylian Mbappé, otra vez, quien sostuvo el edificio con dos penaltis: uno indiscutible, otro… digamos “interpretativo”, que ya forma parte de esa montaña rusa arbitral a la que parece condenado el club blanco esta temporada.
Un primer tiempo de exhibición… sin premio
El inicio fue eléctrico. Rodrygo, Mastantuono, Mbappé… todos tuvieron ocasión de abrir el marcador. Chilenas, palos, paradas de Rulli. Fútbol de ataque total. Y, sin embargo, fue el Marsella el que golpeó primero. Greenwood robó en campo rival y habilitó a Weah, que silenció el estadio con un remate certero. El Bernabéu hervía, tanto por el calor sofocante como por la incredulidad.
El Madrid no se rindió. Rodrygo provocó un penalti tras desbordar a Kondogbia, y Mbappé, con frialdad quirúrgica, puso el empate. El festival blanco mereció más en el primer acto, pero entre Rulli y algún que otro “criterio arbitral selectivo” la ventaja se resistió.
Carvajal y la roja que cambió todo
La segunda parte mantenía el guion: Madrid insistiendo, Marsella aguantando. Hasta que Carvajal, en un arrebato incomprensible, se cruzó con Rulli y terminó expulsado tras un cabezazo revisado por VAR. Roja de manual, cierto, pero con un matiz imposible de ignorar: ¿cuántas veces hemos visto agresiones similares que se quedan en amarilla? El Bernabéu lo olió al instante: otra noche en la que la vara de medir parecía ajustarse al color de la camiseta.
El segundo penalti, símbolo de un malestar
Con uno menos, el Madrid sufría. El Marsella, crecido, acariciaba el 1-2. Pero entonces llegó la jugada clave: un centro al área que rebotó en el brazo de Medina. El colegiado Peljto señaló penalti sin dudar, pese a que la mano parecía más fruto del rebote que de la intención. El VAR, que otras veces aparece con lupa para invalidar goles milimétricos, esta vez no corrigió nada. Mbappé, implacable, no desperdició el regalo.
Final de infarto y mensaje en el aire
El arreón final de los franceses rozó el empate, pero Greenwood, el mejor del OM, mandó alto la ocasión más clara. El Madrid sobrevivió, sumó su quinto triunfo seguido y confirmó que tiene fútbol para ilusionar… aunque el arbitraje siga siendo un obstáculo más en el camino. El Madrid promete.
Entre el sofocón, la autoexpulsión y las decisiones “ajustadas a reglamento”, la sensación en Chamartín fue clara: ganar en Europa no solo exige talento y físico, también convivir con un criterio arbitral que, por momentos, resulta una auténtica vergüenza.



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