El Real Madrid sobrevive en Anoeta gracias a un Mbappé imperial y a la resistencia de su defensa.

Un arranque demoledor
El partido empezó con el francés en estado de gracia. En apenas 15 minutos, Kylian Mbappé firmó un recital: asistencia anulada por centímetros, un toque de lujo con el exterior, un gol marca de la casa al galope y un disparo al palo tras dejar a Zubeldia en evidencia. Anoeta entendió rápido que el nuevo rey de LaLiga había llegado para quedarse.
La expulsión que lo cambió todo
El guion dio un giro brusco cuando Huijsen vio la roja directa por un agarrón a Oyarzabal. Una decisión más que discutible de Gil Manzano, con Militao en paralelo, que dejó al Madrid con uno menos durante una hora. Ahí nació un partido nuevo: de la posible goleada blanca al ejercicio de supervivencia.
La Real empuja, el Madrid resiste
El conjunto donostiarra, aún en construcción tras la era Imanol, se creció. Oyarzabal empató desde el punto de penalti y Anoeta rugió con Barrene y Kubo buscando la grieta. Courtois volvió a ser Courtois, salvando un mano a mano clave, y Militao levantó un muro cada vez que el equipo se tambaleaba.
El Madrid de Xabi, solidario
Con uno menos, los blancos renunciaron al espectáculo y abrazaron el sacrificio. Vinicius trabajó como lateral improvisado, Ceballos aportó lucidez en la salida y Xabi Alonso movió el banquillo con pragmatismo: reforzar atrás y esperar a que Mbappé liquidara a la contra. Y casi lo logra, con una carrera “a lo Ronaldo” que rozó el tercero.
Un líder con carácter
La Real mereció más, pero el Madrid defendió el liderato con uñas y dientes. Sudó, sufrió y se atrincheró, pero salió vivo de uno de los campos más hostiles del campeonato. Y lo hizo con Mbappé como bandera, en una noche en la que quedó claro que, hoy por hoy, el campeonato habla francés.



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