El brasileño recupera sensaciones tras un inicio dubitativo y responde con goles a la confianza de Xabi Alonso.

De la suplencia a la reivindicación
El arranque de Liga no fue sencillo para Vinicius. Ante Osasuna se le vio impreciso, y en la segunda jornada, Xabi Alonso decidió dejarlo en el banquillo. Una señal clara de que la meritocracia iba a imponerse en el nuevo Madrid. Pero el brasileño reaccionó rápido: en solo 20 minutos en el Tartiere asistió a Mbappé y firmó el 3-0 frente al Oviedo.
Entre luces y sombras
La noche no estuvo exenta de polémica. Vinicius protestó, gesticuló y encendió a la afición rival con un gesto desafortunado. Una vez más, el brasileño mostró su cara más controvertida. Pero cuando se centró en el balón, volvió a ser determinante. Y eso es lo que cuenta.
De vuelta al once con gol
Xabi premió su impacto devolviéndole la titularidad ante el Mallorca. La respuesta fue inmediata: una carrera desde campo propio culminada con un disparo cruzado con su pierna mala que significó el empate. Una acción marca de la casa, un recordatorio de que, cuando está conectado, Vinicius es capaz de ganar partidos por sí solo.
Señalando el escudo
Su celebración lo dijo todo. Con rabia, apuntando al escudo, reivindicó su sitio en el equipo y en el proyecto de Xabi Alonso. El Madrid, pleno de victorias al parón de selecciones, celebra también la recuperación de uno de sus jugadores más desequilibrantes.
El reto de la constancia
El gran desafío ahora para Vinicius es sostener este nivel. En 2025 apenas marcó ocho goles, muy lejos de la versión que llegó a sonar a Balón de Oro tras la exhibición contra el Dortmund en el Bernabéu. El talento está ahí, intacto. Y su gol frente al Mallorca es un recordatorio: Vinicius sigue siendo esa fuerza imparable que aterroriza defensas.
Con Xabi Alonso como trampolín y el parón como punto de inflexión, el brasileño parece listo para recuperar su trono. El Madrid necesita a ese Vinicius eléctrico, determinante y goleador. Y el sábado volvió a dar señales de vida.



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