De héroe bajo palos a portero “tranquilo”

Thibaut Courtois está viviendo un arranque de Liga muy distinto al que acostumbraba en el Real Madrid. El belga, tantas veces exigido hasta el límite, apenas ha tenido que intervenir en tres jornadas: sólo cinco paradas, cifra idéntica a la de Jan Oblak y muy lejos de los 22 rechaces de Aarón Escandell (Oviedo). Una estadística que refleja no un bajón de nivel, sino la transformación del equipo de Xabi Alonso.
Una defensa que empieza arriba
La llegada del nuevo técnico ha supuesto un cambio radical en la manera de proteger su portería. La presión alta, el orden en la salida rival y la solidez de una zaga renovada —con Huijsen, Carreras y Trent como caras nuevas— han convertido a Courtois en un espectador de lujo durante muchos minutos. Los números lo respaldan: sólo ha encajado un gol en tres partidos y lidera, junto a Luis Júnior (Villarreal), la tabla de porterías a cero con dos.
De la sobreexplotación al control
No hace tanto, Courtois tuvo que multiplicarse para sostener al Madrid. En la 21-22, año de la Decimocuarta, firmó 59 paradas en Champions, nueve de ellas en aquella inolvidable final contra el Liverpool. Ahora, su protagonismo se mide de otra forma: no tanto en la cantidad de intervenciones, sino en la seguridad que transmite y en su adaptación a un rol más adelantado, casi de líbero.
El propio Courtois lo admite
El guardameta ha confesado que la nueva idea de juego le exige un esfuerzo diferente: “El entrenador quiere que esté muy adelantado, corro mucho y a veces me veo casi en el centro del campo. Es un estilo nuevo para mí y tengo que estar concentrado todo el partido”. Una declaración que refleja la metamorfosis de un portero que ha pasado de salvar partidos a integrarse en la maquinaria colectiva.
Más allá de Courtois
El cambio no beneficia solo al belga. Tchouaméni se ha asentado como pieza clave en esa mezcla de pivote y central, Mbappé disfruta de más espacios —aunque pelee con los fueras de juego— y Arda Güler aporta claridad en los metros finales. El resultado: un Madrid que corre, presiona y que, de momento, hace la vida más fácil a su portero.



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