Tras ganar 5-0 en una final de Champions histórica, y vencer al Real Madrid por 4-0 en el mundial de clubes, está a punto de conseguir ser el campeón del mundo de clubes

El Paris Saint-Germain vive su momento más dulce. El trabajo meticuloso y constante de Luis Enrique empieza a rendir frutos no solo en forma de buen juego, sino también en títulos de prestigio. Tras haber deslumbrado en la final de la Champions League con una contundente victoria por 5-0 sobre el Inter de Milán, el conjunto francés ha logrado ahora dar un paso aún más simbólico: derrotar al Real Madrid, su gran bestia negra en Europa.
La victoria frente al conjunto blanco, lograda en las semifinales del Mundial de Clubes, tiene un significado especial. Hasta ahora, el PSG no había podido superar al equipo madrileño en ninguna de sus eliminatorias europeas anteriores. Esta vez, sin embargo, el guion cambió.
Victoria contundente contra el Rey de Reyes

Este duelo no era un encuentro cualquiera. Había muchos ingredientes que lo convertían en un choque de alto voltaje. Por un lado, el reencuentro de Kylian Mbappé con su antiguo equipo, al que dejó en verano. Por otro, el duelo táctico entre dos entrenadores con filosofías diferentes: el estilo ofensivo, coral y de presión alta de Luis Enrique, contra la estructura más equilibrada y posicional que propone Xabi Alonso, actual técnico merengue.
Además, el palco también añadía picante al encuentro: Florentino Pérez y Nasser Al-Khelaïfi, dos de los nombres más poderosos del fútbol moderno, seguían el choque muy de cerca desde las gradas del MetLife Stadium en Nueva Jersey.
El factor Luis Enrique: un equipo con sello propio
Aunque ambos equipos contaban con nombres de primer nivel —Bellingham, Courtois, Hakimi, Vitinha, Dembélé o Fabián Ruiz—, la gran diferencia fue la figura del entrenador. El PSG ya no es solo una suma de estrellas: es un bloque sólido y trabajado, con identidad definida. Y eso se nota.
Luis Enrique ha sabido gestionar la transición tras la salida de Mbappé. Lejos de venirse abajo, el conjunto parisino ha reforzado su estructura táctica, ha ganado en disciplina defensiva y ha desarrollado una capacidad admirable para aprovechar los errores rivales.
Hay que castigar al rival por cada error que cometa y el PSG lo hizo con maestría: cada pérdida del Madrid era transformada en una ocasión clara, cada espacio en defensa, aprovechado con inteligencia.
Presión alta, salida clara y laterales protagonistas

Uno de los aspectos más llamativos del PSG fue su capacidad para presionar alto y asfixiar al Real Madrid en la salida. Luis Enrique sabía que un equipo aún en construcción como el de Xabi Alonso podía sufrir en ese contexto, y así lo planificó.
Con balón, el equipo también mostró una salida limpia y eficaz, liderada por Vitinha y Fabián Ruiz en la sala de máquinas. Ambos dotaron al equipo de fluidez y control, permitiendo que los laterales, Hakimi y Nuno Mendes, pudieran proyectarse con libertad y convertirse en extremos en fase ofensiva. La versatilidad de estos dos jugadores fue determinante.
Camino a la cima mundial: el PSG quiere hacer historia
Con esta victoria, el PSG no solo se sacude la maldición del Madrid, sino que se planta en la final del Mundial de Clubes con la moral por las nubes. El próximo domingo se medirá al Chelsea, un equipo que ha sorprendido en su lado del cuadro y que buscará aguar la fiesta francesa.
Pero viendo el nivel de juego actual, cuesta imaginar a alguien frenando al PSG. El equipo ha encontrado un equilibrio perfecto entre juventud y experiencia, entre talento individual y orden colectivo, algo que parecía imposible hace apenas un año.
Luis Enrique ha logrado algo más que ganar partidos: ha cambiado la narrativa del club, ha construido una idea y ha demostrado que con trabajo, estrategia y compromiso se puede construir un campeón europeo… y quizás mundial.
El domingo, en la final, el PSG tiene una nueva cita con la historia. Y esta vez, parece más preparado que nunca para escribirla en letras de oro.


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